2 de Agosto. Lo que viene siendo el viaje, vamos.
Bueno, pues aquí estoy, tirado en la zona de facturación del aeropuerto de Barajas, esperando a que me llegue la hora de dejar esta maleta, que más que maleta es un muerto, ¡cómo pesa la jodía! He tenido un par de episodios de crisis cuando estaba en el metro, porque me ha tocado subir un par de tramos de escaleras en los que me ha costado la vida misma levantar esta puñetera maleta. ¡Y encima, cuando hacía el trasbordo en Tribunal estaban de reparaciones en las escaleras que bajaban, que eran, como ya decía Murphy, (el de las cervezas no, Guille, el de las tostadas), las que yo tenía que coger.
Estoy, como diría mi amigo cálico, “un poquito acojonao”, porque llevo un par de kilos más de los que en teoría están permitidos, así que no sé si me dirán algo, pero sería la hostia que me tocase dejar parte del equipaje en una consigna de Barajas para que Guille me lo recoja mañana… Además llevo el portátil que pesa en torno a 6 kilos, mas la figurilla del Quijote que le llevo al irlandés (que como es de madera pesa muy poco), mas la carpeta con artículos que me he atrevido a llevarme. Anda que como al final resulte que se permiten dos bultos en vez de uno… me corto las venas, porque eso hubiese significado 40 kg en lugar de 20, lo que supone un cambio considerable, ¿verdad?
Mira que he llevado bien lo de tener que irme, pero me ha entrado una crisis cuando ha llegado la hora de despedirme en la estación que por poco me pongo a llorar como una magdalena. Al final va a tener razón Emi con eso de que cuando te vas fuera de casa eres muy sensible a los “ataques de calor de hogar”, como decía el anuncio.
Son ya las cuatro menos diez, y tengo que esperar al menos hasta las cinco para poder facturar. Esto va a ser un coñazo, porque la batería se acabará en algún momento…
Como siempre, al final todo por los pelos y lo que no está por los pelos, está aún en el aire. Creo que quedé con Tangwen Yang en que me iría a recoger a la parada del autobús. Me dijo que para ir del aeropuerto al UCD tenía que coger el 747, pero, por lo que he leído en la guía de Dublín que tengo yo, ése lo que hace es llevarte al centro, a la estación de autobuses. De todos modos, es evidente que cuando esté ahí, llegar a la UCD sólo supondrá preguntar en información (o Information, como le dicen ellos). Pero el problema no es ése. La gracia está en que me dijo que iba a reservarme una habitación en un bed&breakfast, pero en ningún momento me lo ha confirmado, así que puede ser que llegue a Dublín y me encuentre con una mano delante y otra detrás y durmiendo en un parque de Donnysbrock.
El aeropuerto parece la torre de babel. Cada uno chapurrea su propio idioma. Que, por cierto, yo no sé si es que le he dado tres vueltas al aeropuerto hasta llegar donde tenía que llegar, pero me ha dado la impresión de que esto es gigante. Sí, sí, si sólo tiene 3 terminales. Ya, pero es que cada puta terminal tiene más de 300 puestos de facturación… Yo no sé, Lauri, pero igual sí es verdad que te acojonas un poquillo con esto. Por cierto, estaba pensando en poner la wifi por aquí a ver si pillo Internet gratis, pero mejor no lo hago no vaya a ser que me cargue un par de sistemas de navegación :S
Esto de estar en el puto suelo es un coñazo. Voy a ver si puedo encontrar un asiento y sigo con esto. Ta luego.
Al final encontré una cafetería donde sentarme (y encima no consumí nada XDD), y estuve esperando hasta que vi la que se formaba en la cola de un vuelo a Buenos Aires, que había una pasada de personas, así que decidí que sería bastante inteligente ponerme cuanto antes en la cola del vuelo a Dublín. Efectivamente, cuando llegué (más de dos horas y media antes de la salida) había ya por lo menos 30 personas esperando, y no podía imaginarme la de gente que iba a tener detrás. En el vuelo debían viajar casi 200 personas!!
Bueno, pues tras esperar un buen rato, me atendieron, facturé la maleta del demonio, que pesaba 22 kg (el máximo permitido eran 20 pero me hicieron la vista gorda, jejeje), elegí ventanilla, y me dieron mi tarjeta de embarque. Lo único que tuve que presentar fue el correo que me mandaron los de aer-lingus, porque ahí venía un código, lo metieron al computer y funcionando. El día que se le jodan los ordenadores no vuela ni dios, te lo digo yo.
Puntualmente a la 19:35 calentábamos motores rumbo a Irlanda. El avión era el más cómodo de los que he estado (más que los de Canarias), que no es que sea mucho decir pero se agradece. Era bastante chulo por fuera, mitad verde, mitad blanco y en el alerón trasero tenía un trébol de cuatro hojas (que se llama clover) y tenía los asientos de cuero. Me tocó al lado de un matrimonio muy simpático de Vitoria que me estuvieron contando un poco su vida, y yo les conté algo de la mía, vamos lo típico. Parece que los vascos lo llevan en la sangre esto de viajar, porque estos tampoco paraban (aunque no llegaban al nivel del Mega, claro). Las vistas eran preciosas hasta que llegamos al mar, luego se hicieron un poco monótonas, porque no se veía más que agua. En España pasamos por la costa de Cantabria y pasado el Cantábrico sobrevolamos la Bretaña francesa, (es muy curiosa porque tiene forma de tenedor), donde se veían algunas playas, aunque desde 8000 metros de altura no pude discernir si eran nudistas o no. Cachis. Tras la bretaña otra vez mar, y tras el mar, evidentemente…. ¡¡¡Nubes!!! ¡No se veía irlanda, sólo una enorme masa nubosa! Afortunadamente, cuando estábamos llegando a Dublín comenzó a clarear y pude ver algo del verde paisaje, aunque poco, porque como estaba en el lado derecho del avión, veía la costa más que nada. Total que aterrizamos y al bajar del avión la primera comparación con España ¡Pero cuánta hierba! Aquí Bob Marley se iba a poner las botas. En Barajas los campos que rodean las pistas son amarillentos/ocres, mientras que aquí parecen el Santiago Bernabeu.
Tras recoger la maleta, me dirigí a la cabina para llamar a casa, y yo no sé si siempre es así por estas tierras o me tocó la Jenna Jameson de las cabinas, porque hay que ver cómo tragaba la cabrona. Más que la alcantarilla de un aquapark. Conseguí contactar con Tangwen (para quien no lo sepa, es un chino muy simpático que se supone que me hace de guía por aquí), y me dijo qué autobús tomar (Aircoach, Bus Stop 5, until UCD), y vino a recogerme a la parada. Cuando me puse a hablar con él creí que se me caía el cielo encima. Parecía que yo no tenía ni idea de inglés. Afortunadamente luego descubrí que era él el que no sabía. Me llevó a la casa de huéspedes, otra vez dando tumbos con la dichosa maleta, y me hizo de intérprete con la dueña de la casa (lo que viene siendo la landlady por aquí), aunque yo creo que la mujer me entendía más a mi que al chino. Luego se fue, me quedé en la habitación y pasé una noche muy tranquila. La habitación era pequeña, pero tenía una cama de matrimonio, un cuarto de baño propio (que aquí llaman en-suite), televisión y hasta manta eléctrica.
Estoy, como diría mi amigo cálico, “un poquito acojonao”, porque llevo un par de kilos más de los que en teoría están permitidos, así que no sé si me dirán algo, pero sería la hostia que me tocase dejar parte del equipaje en una consigna de Barajas para que Guille me lo recoja mañana… Además llevo el portátil que pesa en torno a 6 kilos, mas la figurilla del Quijote que le llevo al irlandés (que como es de madera pesa muy poco), mas la carpeta con artículos que me he atrevido a llevarme. Anda que como al final resulte que se permiten dos bultos en vez de uno… me corto las venas, porque eso hubiese significado 40 kg en lugar de 20, lo que supone un cambio considerable, ¿verdad?
Mira que he llevado bien lo de tener que irme, pero me ha entrado una crisis cuando ha llegado la hora de despedirme en la estación que por poco me pongo a llorar como una magdalena. Al final va a tener razón Emi con eso de que cuando te vas fuera de casa eres muy sensible a los “ataques de calor de hogar”, como decía el anuncio.
Son ya las cuatro menos diez, y tengo que esperar al menos hasta las cinco para poder facturar. Esto va a ser un coñazo, porque la batería se acabará en algún momento…
Como siempre, al final todo por los pelos y lo que no está por los pelos, está aún en el aire. Creo que quedé con Tangwen Yang en que me iría a recoger a la parada del autobús. Me dijo que para ir del aeropuerto al UCD tenía que coger el 747, pero, por lo que he leído en la guía de Dublín que tengo yo, ése lo que hace es llevarte al centro, a la estación de autobuses. De todos modos, es evidente que cuando esté ahí, llegar a la UCD sólo supondrá preguntar en información (o Information, como le dicen ellos). Pero el problema no es ése. La gracia está en que me dijo que iba a reservarme una habitación en un bed&breakfast, pero en ningún momento me lo ha confirmado, así que puede ser que llegue a Dublín y me encuentre con una mano delante y otra detrás y durmiendo en un parque de Donnysbrock.
El aeropuerto parece la torre de babel. Cada uno chapurrea su propio idioma. Que, por cierto, yo no sé si es que le he dado tres vueltas al aeropuerto hasta llegar donde tenía que llegar, pero me ha dado la impresión de que esto es gigante. Sí, sí, si sólo tiene 3 terminales. Ya, pero es que cada puta terminal tiene más de 300 puestos de facturación… Yo no sé, Lauri, pero igual sí es verdad que te acojonas un poquillo con esto. Por cierto, estaba pensando en poner la wifi por aquí a ver si pillo Internet gratis, pero mejor no lo hago no vaya a ser que me cargue un par de sistemas de navegación :S
Esto de estar en el puto suelo es un coñazo. Voy a ver si puedo encontrar un asiento y sigo con esto. Ta luego.
Al final encontré una cafetería donde sentarme (y encima no consumí nada XDD), y estuve esperando hasta que vi la que se formaba en la cola de un vuelo a Buenos Aires, que había una pasada de personas, así que decidí que sería bastante inteligente ponerme cuanto antes en la cola del vuelo a Dublín. Efectivamente, cuando llegué (más de dos horas y media antes de la salida) había ya por lo menos 30 personas esperando, y no podía imaginarme la de gente que iba a tener detrás. En el vuelo debían viajar casi 200 personas!!
Bueno, pues tras esperar un buen rato, me atendieron, facturé la maleta del demonio, que pesaba 22 kg (el máximo permitido eran 20 pero me hicieron la vista gorda, jejeje), elegí ventanilla, y me dieron mi tarjeta de embarque. Lo único que tuve que presentar fue el correo que me mandaron los de aer-lingus, porque ahí venía un código, lo metieron al computer y funcionando. El día que se le jodan los ordenadores no vuela ni dios, te lo digo yo.
Puntualmente a la 19:35 calentábamos motores rumbo a Irlanda. El avión era el más cómodo de los que he estado (más que los de Canarias), que no es que sea mucho decir pero se agradece. Era bastante chulo por fuera, mitad verde, mitad blanco y en el alerón trasero tenía un trébol de cuatro hojas (que se llama clover) y tenía los asientos de cuero. Me tocó al lado de un matrimonio muy simpático de Vitoria que me estuvieron contando un poco su vida, y yo les conté algo de la mía, vamos lo típico. Parece que los vascos lo llevan en la sangre esto de viajar, porque estos tampoco paraban (aunque no llegaban al nivel del Mega, claro). Las vistas eran preciosas hasta que llegamos al mar, luego se hicieron un poco monótonas, porque no se veía más que agua. En España pasamos por la costa de Cantabria y pasado el Cantábrico sobrevolamos la Bretaña francesa, (es muy curiosa porque tiene forma de tenedor), donde se veían algunas playas, aunque desde 8000 metros de altura no pude discernir si eran nudistas o no. Cachis. Tras la bretaña otra vez mar, y tras el mar, evidentemente…. ¡¡¡Nubes!!! ¡No se veía irlanda, sólo una enorme masa nubosa! Afortunadamente, cuando estábamos llegando a Dublín comenzó a clarear y pude ver algo del verde paisaje, aunque poco, porque como estaba en el lado derecho del avión, veía la costa más que nada. Total que aterrizamos y al bajar del avión la primera comparación con España ¡Pero cuánta hierba! Aquí Bob Marley se iba a poner las botas. En Barajas los campos que rodean las pistas son amarillentos/ocres, mientras que aquí parecen el Santiago Bernabeu.
Tras recoger la maleta, me dirigí a la cabina para llamar a casa, y yo no sé si siempre es así por estas tierras o me tocó la Jenna Jameson de las cabinas, porque hay que ver cómo tragaba la cabrona. Más que la alcantarilla de un aquapark. Conseguí contactar con Tangwen (para quien no lo sepa, es un chino muy simpático que se supone que me hace de guía por aquí), y me dijo qué autobús tomar (Aircoach, Bus Stop 5, until UCD), y vino a recogerme a la parada. Cuando me puse a hablar con él creí que se me caía el cielo encima. Parecía que yo no tenía ni idea de inglés. Afortunadamente luego descubrí que era él el que no sabía. Me llevó a la casa de huéspedes, otra vez dando tumbos con la dichosa maleta, y me hizo de intérprete con la dueña de la casa (lo que viene siendo la landlady por aquí), aunque yo creo que la mujer me entendía más a mi que al chino. Luego se fue, me quedé en la habitación y pasé una noche muy tranquila. La habitación era pequeña, pero tenía una cama de matrimonio, un cuarto de baño propio (que aquí llaman en-suite), televisión y hasta manta eléctrica.

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